LAS NOCHES MALAS DE AMIR SHRINYAN. Pólvora mojada.

Un joven de oriente medio busca asilo político en Europa apelando a su homosexualidad. Las autoridades parecen no creerle, pero el joven hará todo por demostrar que merece no ser expulsado de vuelta a su país de origen.

Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Las noches malas de Amir Shrinyan» que, con texto de Albert Tola y dirección de Carlos Rodríguez Alonso, nosotros pudimos ver en la sala negra de los Teatros del Canal.

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En el mundo, actualmente hay 70 países que penalizan la homosexualidad, en once de ellos con pena de muerte. No es un dato que mejore según pasen los años. Por suerte, Europa (y España) parecen una isla si observamos cuántas personas llegan hasta nuestros territorios buscando refugio y solicitando asilo por su orientación sexual y su identidad de género. Pero hay datos para sentirse abrumados: según el proyecto TvT, se han registrado 3.314 asesinatos en el mundo de personas trans entre los años 2008 y 2019. En América Latina una media semanal de 9 personas son asesinadas por ser del colectivo LGTBQIA+. 173 países todavía no permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo. Y en esa isla que consideramos a Europa, 1 de cada 4 personas del colectivo LGTBQIA+ manifiesta haber sufrido agresiones o amenazas en los últimos 5 años y 2 de cada 3 tiene miedo de darse la mano con su pareja en espacios públicos. Por hablar de lo más cercano, en España, los delitos homófobos no dejan de aumentar a un ritmo que asusta.

Considerando esta magnitud de la hostilidad y violencia hacia el colectivo, siempre es estimable una propuesta que parezca plantear un acercamiento a una realidad sensible como la de las personas que piden asilo político por motivos de orientación sexual o identidad de género. Es fácil que tras leer la información de la obra programada en los Teatros del Canal, en su misma página, cualquiera con un mínimo de sensibilidad cultural y social muerda el anzuelo.

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La información de la obra dice lo siguiente:

«Amir Shrinyan, un joven de Oriente Medio, busca refugio en Europa alegando asilo político por homosexualidad. Sin embargo, nadie quiere creerle. Él parece adoptar siempre la forma que desea quien tiene delante. ¿Quién es realmente? ¿Es homosexual o miente a lo largo de toda la obra? Si se demuestra que no lo es será inmediatamente expulsado de Europa. Pero en caso de serlo, en su país le espera la cárcel o la muerte. Un ambiguo triángulo amoroso podría conducirle a la obtención de sus papeles o a una situación sin salida. ¿Dónde empiezan sus emociones y dónde su interés? ¿Dónde empieza el amor y dónde la posesión? Una noche tras otra en los submundos de una gran ciudad, Amir Shrinyan luchará por sobrevivir y, con suerte, por vivir».

Dejémoslo claro desde el principio para evitar confusiones: nada de lo que acontecerá en escena se compadece con lo que podemos leer en la anterior descripción. Es algo parecido a pólvora mojada. A un gato por liebre teatral en toda regla. No porque no cuente la historia de un joven llamado Amir y sus desvelos por lograr el asilo sino porque lo que cuenta se aleja, sin pudor alguno, de la premisa inicial de hablar del mencionado asunto del asilo y de las vicisitudes que lo rodean. Tal es el alejamiento que la obra, que uno podría pensar que encajaría dentro del drama o del thriller, termina por parecerse a un melodrama deformante, a un sonrojante ejercicio de todo menos sofisticado y próximo a lo altamente estereotipado.

Las preguntas de «¿Quién es realmente (Amir)?», «¿Es homosexual o miente a lo largo de toda la obra?», «¿Dónde empiezan sus emociones y dónde su interés?» «¿Dónde empieza el amor y dónde la posesión?», deben ser tomadas como puro (y duro) brindis al sol que no conducirá a ninguna reflexión profunda.

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Ignoramos si al leer la obra alguien puede ser capaz de imaginarla y dirigirla en su cabeza de manera efectiva, pero al verla en escena, estamos seguros de que ningún/a espectador/a puede llegar a plantearse las mencionadas preguntas. ¿Por qué?: pues porque como espectadores/as de este montaje solo podemos estar pendientes de si Amir se acostará con un abogado o con el funcionario que realiza su valoración de asilo. Solo podemos estar pendientes del bajo nivel de las interpretaciones en escena o de la aparición, inexplicable y forzada, de una hermana del joven protagonista cuya presencia, toda vez, conduce la pieza al tedio.

Nos ha venido a la cabeza, durante y después de ver el montaje una mala adaptación cinematográfica por parte de Eloy de la Iglesia de la novela de Eduardo Mendicutti: «Los novios Búlgaros». Aquella película se estrenaba en el año 2003, hace veintiún años ya y cualquiera podría entender su falta de ambición y su gazmoñería, pero lo que vemos en «Las noches malas de Amir Shrinyan» baja un poco más el listón. Nos preguntamos dónde está su compromiso combativo, dónde su activismo imposible de abordar, el por qué de su juego estereotipado alrededor de elementos homosexuales que no brillan sino que empobrecen la propuesta, el por qué de su falta de ambición o de sentido dramático.

En el apartado de las interpretaciones no hay una sola de ellas que reclame nuestra atención por el lado bueno. Todo se nos presenta rematadamente artificioso, supeditado a un texto que no posee flema, que no posee garra. No deja de parecernos sorprendente que los personajes se muevan dentro de un microcosmos de reflexiones y acciones tan precarias.

Una mala noche la tiene cualquiera, incluso Amir. Por suerte esta no es más que una crítica y, afortunadamente, todo montaje tiene su público. En el teatro también se podría decir aquello de que siempre hay un roto para un descosido. (Lo que ignoramos es si el tamaño, del descosido o del roto, importa).

LAS NOCHES MALAS DE AMIR SHRINYAN

PUNTUACIÓN:  1 CABALLO (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes gusten de retratos homoeróticos deformantes.

Se bajarán a este caballo: Quienes esperaban un mayor compromiso o activismo con la mirada puesta en la cuestión de la búsqueda de asilo por condición sexual.

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Ficha artística

Texto: Albert Tola

Dirección: Carlos Rodríguez Alonso

Intérpretes: Esther Berzal, Rodrigo García Olza, Carlos Lorenzo y Tomás Rodado
Colaboración dramatúrgica: Rodrigo García Olza y Carlos Rodríguez Alonso
Diseño de escenografía y vestuario: Victoria Velázquez
Diseño de iluminación: Paco Ariza (AAI)
Música original y espacio sonoro: Álvaro Renedo
Videoescena: Alba Trapero
Ayudante de dirección: Daniel Martos
Diseño de producción: Jordi Robles
Producción ejecutiva: Vinka Mendieta
Imagen promocional: Iván Chamorro

Un espectáculo de NIGREDO y Teatro del Astillero
Coproducción de Teatros del Canal, Behemot, Hiperbólicas Producciones y Elx 49

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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