Con el telón de fondo de la Inglaterra medieval, nos adentramos, por medio de una historia que discurre a lo largo de los años, a través del juego de traiciones, espionajes y amores y dramas de la familia de los Builder, una estirpe reconocida por su talento para la arquitectura y que se involucrará en la construcción de la catedral de Kingsbridge.
Este podría ser un intento de sinopsis de la obra «Los pilares de la Tierra: el musical» que, basado en la novela de Ken Follett, con la producción ejecutiva de Dario Regattieri, nosotros pudimos ver en el Teatro EDP Gran Vía, en Madrid.

Es imposible no salir de la lectura de las 1068 páginas de «Los pilares de la Tierra» sin sentir cierto vacío toda vez que la inmersión en la obra ha funcionado y ha logrado que uno habitase la Inglaterra medieval y se haya sentido reconocido en alguna de las historias por las que pasan los diferentes personajes de la novela de Ken Follett. Su adaptación a lo teatral supone un acontecimiento para la cartelera madrileña y también todo un desafío para regatear con una historia repleta de narrativas, de personajes, de tramas que, a priori, pintaba complicado para dar el salto al teatro en forma de musical. La gran sorpresa es que, tras haberla visto, podemos decir que sale más que airosa de semejante empresa.
La historia de Follett avanza a lo largo de los años en la medida en que la construcción de una catedral conlleva mucho tiempo y muchas vicisitudes alrededor. Es, precisamente, a través del relato de esas vicisitudes, cómo el autor británico logra crear un universo dramático con tintes de thriller en el que un nutrido grupo de personajes (canteros, mujeres consideradas brujas, damas que pierden su estatus social, caballeros que buscan venganza, tejemanejes urdidos entre el poder religioso y el poder civil, etcétera) levantan una historia tan alta como la catedral gótica que se trata de construir en la novela.
Lo más impactante de esta historia trasladada a formato de musical es su destreza para, siguiendo los rieles de las actuaciones musicales, conseguir hacer el relato del total de la historia que podríamos leer en «Los pilares de la Tierra» sin echar de menos demasiada esencia de la novela (más allá de las comparaciones odiosas entre novela y adaptaciones, nosotros siempre estamos del lado de las novelas de origen).
Al acceder al teatro comprobamos cómo el equipo de escenografía a cargo de Ricardo S. Cuerda no está dispuesto a dejar puntada sin hilo y así lo demuestran las paredes laterales del patio de butacas donde un entramado que imita la madera nos evoca al interior de una catedral, de un palacio, e incluso diríamos que el interior del White Ship del que se habla al principio de la pieza (un barco normando que, en realidad, se hundió en el canal de la Mancha (Normandía) cerca de la costa de Barfleur, el 25 de noviembre de 1120). Con todo, ese despliegue seguirá convenciéndonos en la recreación que se hace de las estancias de palacios, de estancias de monasterios, de mercados medievales en las plazas de algunos pueblos, de las catedrales, cuando se habla de ellas, recreadas con video mapping llegando a su punto zénit en los cuadros finales con la presencia fascinante de un ostentoso y esplendoroso rosetón.

Si acudimos al apartado del elenco interpretativo/coreográfico (en el que tenemos a Federico Barrios Fierro – Director y coreógrafo- y a Ignasi Vidal – Dirección de actores-) podemos señalar que hay un buen trabajo en el escenario. Todas las escenas están bastante equilibradas en sus partes coreografiadas y si acaso acusamos, tal vez, una merma mayor en el apartado interpretativo y de dirección en algunos actores o actrices como por ejemplo Gustavo Rodríguez en el papel del padre Philip cuya interpretación, por mucho que el rol del personaje sea el de alguien más bien benefactor y caritativo, nos parece que queda demasiado escorado al buenismo y alejado del pulso de los demás personajes en escena. Algo similar nos sucede con el personaje de Rodrigo Blanco en su personaje de Rey Esteban, un tanto enajenado del resto del reparto. En la parte que más brilla hay para nosotros un personaje que «se los come» a todos y es el de la actriz Cristina Picos que borda el personaje de Aliena de Shiring particularmente en sus partes cantadas. Sus actuaciones poseen el mayor magnetismo de todos cuantos atraviesan la propuesta y hay unos cuantos momentos estelares en los que con su voz nos deja realmente embelesados. Por lo demás, el reparto está correctamente equilibrado y luce un estupendo trabajo de equipo que se aprecia en las coreografías musicales.

En otro orden de cosas, y según a quién le preguntemos, hay algunas características de este musical que pueden ser vistas como más propias de un parque de atracciones que de un musical: por ejemplo, el instante en que las vibraciones del desmoronamiento de la catedral se hacen notar en cada una de las butacas o el enfático momento de la catedral cuando se quema y que es subrayado con un efecto de humo que inunda también el patio de butacas. Más meritorio, en términos generales, nos parece el apartado de iluminación que diseña Felipe Ramos para el montaje con especial mención a los efectos de cientos de velas encendidas por las paredes de todo el teatro en los momentos en que las escenas discurren en el monasterio/abadía del prior Philip.
Podemos dar la enhorabuena al equipo que ha trabajado por y para sintetizar, en forma de musical, la esencia de una novela que, publicada hace 35 años, ahí es nada, ha vendido muchos millones de ejemplares y se ha convertido en una de las sagas más celebrada de novela histórica.
No parecía un reto sencillo y la producción logra colocar hasta la última piedra de su catedral en este lance. Como se dice en la propia novela de «Los pilares de la Tierra»: «La proporción es la clave de la belleza» y este montaje, podemos decirlo, ha salido proporcionadamente bello.
LOS PILARES DE LA TIERRA. EL MUSICAL
PUNTUACIÓN: 3 CABALLOS Y 1 PONI (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes sean seguidores de la novela de Follett y quienes gusten de sagas épicas y musicales equilibrados.
Se bajarán a este caballo: Quienes prefieran quedarse con el libro leído y huyan de adaptaciones.
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Ficha artística
EQUIPO CREATIVO
Dario Regattieri – Productor ejecutivo
Iván Macías – Compositor y productor artístico
Félix Amador – Libreto y letras
Federico Barrios Fierro – Director y coreógrafo
Ignasi Vidal – Dirección de actores
María José Santos – Directora vocal y supervisora artística
Laurence Aliganga – Director Musical
Marietta Calderón – Directora de vestuario
Ricardo S. Cuerda – Escenógrafo
Felipe Ramos – Diseñador de iluminación
Pablo Santos – Director técnico
Aarón Domínguez – Diseñador de caracterización y peluquería
ELENCO
Teresa Ferrer – Aliena de Shiring
Cristina Picos – Aliena de Shiring
Javier Ariano – Jack Jackson
Noemi Mazoy – Ellen
Julio Morales – Tom Builder
Javier Ibarz – Waleran Bigod
Alex Forriols – William Hamleigh
Gustavo Rodríguez – Philip
Noelia Cano – Matilde
Angels Jiménez – Lady Regan Hamleigh / Cover de Ellen
Alain Damas – Lord Percy Hamleigh / Cover de Tom Builder
Rodrigo Blanco – Rey Esteban / Cover de Jack Jackson
Alberto Vázquez – Bartholomew
Ruth Ge – Elizabeth
Nicolás Colomer – Richard
Guillermo Pareja – Alfred Builder / Cover de Waleran Bigod
Pablo Abad – Remigius
Aurora Frías – Agnes Builder
Rocío Margón – Elenco / Dance Captain
Camila Puelma – Elenco
Adrián Quiles – Elenco
Ernesto Santos – Elenco / Cover de Jack Jackson
Vanesa Fernández – Elenco / Cover de Elisabeth
Juanfran Toboso – Swing / Cover de William Hamleigh
Alberto Misud – Swing
Elena González – Swing / Cover de Aliena de Shiring
Irene Barrios – Swing
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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