Un hombre decide reunir en su casa a dos de sus mejores amigos para que le ayuden con un asunto que está afectando a su vida diaria: su mujer le ha confesado que es terraplanista. Dada esta situación, los dos amigos y el marido han decidido que es el momento de hablar con su mujer y hacerla entrar en razón.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Conspiranoia» que, con texto de Jordi Casanovas y Marc Angelet, dirigida por este último y protagonizada por Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis, nosotros pudimos ver en el Teatro Alcázar, en Madrid.

Comenzamos temporada, tras el verano, recurriendo a una comedia con autoría de una voz que nos interesa, como es la de Jordi Casanovas (autor entre otras de textos como «Jauría» o «Ruz-Bárcenas») que escribe «Conspiranoia» junto a Marc Angelet. Lo que más nos interesa de una pieza, cuando vamos a verla, es su escritura, su texto y las expectativas con «Conspiranoia» pasaban por toparnos con una comedia ágil, inteligente, sofisticada. Diremos que tales expectativas no se cumplieron porque lo que obtuvimos fue una comedia tan ligera y tan trufada de ideas inconexas que nos dejó bastante perplejos.
El asunto de fondo, de partida, parece curioso y tiene cierto gancho: la persona con la que convives desde hace años de matrimonio te revela que es terraplanista (es decir, ha comenzado a dudar de que la Tierra sea redonda). Como disparador de una comedia puede funcionar siempre y cuando alrededor de este disparador haya un buen contexto o trama que potencie la comicidad. Así lo organizan Casanovas y Angelet para que la trama incluya una reunión con viejos amigos a los que el marido pide ayuda para llevar a cabo una intervención; concepto este muy americano y visto en series de televisión como «The Big Bang theory» donde en el episodio titulado «La variante de Euclides», varios amigos organizan una «intervención» para que Sheldon afronte su miedo a conducir. Una «intervención» (interviniendo que es gerundio) consiste, pues, en reunirse para charlar con alguien con el que se quiere confrontar algo y con la intención de ayudarle a reflexionar y a cambiar. Bueno, de acuerdo, aceptamos este constructo tan americanizado que no es más que el gabinete de crisis de toda la vida. Con esta base, los amigos y el marido de la terraplanista abordan el «how to» (cómo proceder una vez se produzca el encuentro incluyendo el uso del cojín como elemento de la intervención).
En esta antesala de la llegada de la mujer encontramos cierto equilibrio en el texto y en las interpretaciones de los personajes en escena aunque, con diferencia, para nosotros es Juanan Lumbreras el que apuntala una interpretación más cómica, más divertida y no tan forzada como las que abordan Luis Merlo (siempre similar en sus papeles, sin sorpresas) y Clara Sanchis (pasándose de frenada en su personaje-caricatura).
Pese a que como disparador puede tener sentido, el tema de que alguien de la familia se revele como conspiranoico y desate una crisis familiar, lo que viene después hace que el texto pierda todo el potencial al desparramarse en un totum revolutum de lugares comunes, estereotipos y unos giros de trama lo suficientemente hipertrofiados como para desconectarse de la historia o preguntarse, al menos, por qué descarrila de semejante forma.

Una de las interpretaciones que nos descolocan es la de la mujer terraplanista, papel que encarna Natalia Millán. Si atendemos a los estudios en torno a las explicaciones dadas desde las teorías psicológicas de la personalidad y desde la psicología/psiquiatría acerca de la psique de los «conspiranoicos/as», obtenemos la siguiente información: la persona negacionista o conspiranoica sufre y lo hace, particularmente, en su salud mental. La asunción de teorías conspiranoicas puede servir para encontrar en ellas cierto confort que, a medio plazo, termina por generar más ansiedad o depresión. Generalmente las personas que acceden a la conspiranoia suelen ser personas que tienen una menor satisfacción con la vida que llevan.
Considerando estas premisas, el papel que dibuja Milán parece apartarse bastante de todo este tipo de detalles. Sí podemos ver en en ella y en la relación con su marido (y su hijo) una insatisfacción vital, pero lo que nos sorprende absolutamente es cómo está hilvanado el perfil de su personaje al compararlo con los otros tres que vemos en escena: tenemos a una terraplanista que parece encarnar el rol más sofisticado, el rol más equilibrado de cuantos pueblan la escena porque, francamente, su marido y sus dos amigos parecen salidos de una historieta de Ibáñez. Encontramos a una terraplanista que parece una Hypatia, una filósofa, frente a los otros tres personajes que intentan desollarla verbalmente para terminar orbitando desnortados alrededor suyo y, en un sinfín de aspavientos, quedan retratados como bobalicones llenos de inseguridades y miedos.
De hecho, y a ojos de los espectadores, el personaje de Clara Sanchis, que encarna a una Paleontóloga y que representa el papel de la científica en la habitación, quedaría reducido a la categoría de personaje disociado, abismado, incapaz de confrontar verbalmente a una terraplanista con argumentos que no parezcan frenéticos, iracundos, encolerizados. Frente a ella se sitúa la terraplanista impertérrita, con excelente control de impulsos, paciente, capaz de vencerlos a todos en la dialéctica. Increíble. Tal vez ese contraste entre los dos bandos (el bando racional y el irracional) esté pensado deliberadamente así para extremar los puntos de vista y no caer en los prejuicios o estereotipos facilones (como asociar a los terraplanistas con fracaso escolar, extracción social baja). Tal vez se quiera emplear esta estrategia como potenciadora de la comicidad, pero no resulta muy efectiva desde el momento en que parece ridiculizarse más a la Paleontóloga que a su amiga terraplanista. No cuaja como idea y conduce a la desconexión. Sobre todo porque la mayor parte del público, suponemos, será racional y no conspiranoico y tendrá dificultades para encontrar en el «bando racional» a alguien con el que sentirse representado.

Por lo demás, el argumento se ensancha demasiado al incluir otras subtramas o intrahistorias que se mantienen en el texto a modo de desconcertantes cambios de rasante que hacen que la comedia salte hacia el drama matrimonial o hacia digresiones en torno a la homofobia. Hay una frase sonrojante que aparece en el diálogo y que suelta la terraplanista en un momento dado aludiendo a que es mucho peor ser homófobo que terraplanista. No entendemos la comparación de los términos pues no entran en contradicción. Se puede ser ambas cosas al mismo tiempo o no ser ninguna, pero lo que nos parece tremendamente chocante es el lenguaje presuposicional que hay detrás: como si los autores nos sugiriesen que hay una escala en la que un terraplanista queda, éticamente, por encima de un homófobo. El terraplanismo, mire usted, por regla general está asociado a movimientos de corte negacionista (antivacunas, negacionistas del cambio climático) y un pensamiento tan recalcitrante como el terraplanista (así como el lgtbifóbico) es igualmente perjudicial para una sociedad avanzada y próspera que se precie.
En conclusión, nosotros esperábamos reírnos y encontrar un ejercicio de mayor altura en esta comedia a la que le falta un hervor (como a la mente de cualquier terraplanista). Es esta una comedia sobre la amistad y la pareja que se queda a medio gas en su empeño por hacer un relato convincente y a la hora de brindar un mensaje sin fisuras. Un mensaje donde se deje claro que la razón siempre debe vencer a la sinrazón. Sí, amigos. Incluso en las comedias más ligeras.
CONSPIRANOIA
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes busquen una comedia ligerísima con poca ambición.
Se bajarán a este caballo: Quienes encuentren poco contingente el galimatías de intrahistorias que provee la trama principal.
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Ficha artística
Autoría: Jordi Casanovas y Marc Angelet
Reparto: Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis.
Dirección: Marc Angelet
FICHA TÉCNICA
Ayudante de Dirección: Beatriz Bonet
Diseño escenografía: Jose Novoa
Diseño iluminación: Sylvia Kuchinow
Diseño vestuario: Mario Pinillla
Diseño sonido: Ángel Puertas
Producción: Carlos Larrañaga
Ayudante de Producción: Beatriz Díaz
Dirección técnica: David González
Construcción escenografía: Jorba-Miró
Prensa: La Cultura a Escena – Ángel Galán
Diseño gráfico: Hawork Studio – Alberto Valle y Raquel Lobo
Fotografía de cartel: Juan Carlos Arévalo
Vídeo y fotografía de escena: Nacho Peña
Gerencia y regiduría: Sabela Alvarado
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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