Una madre y sus dos hijos se han trasladado desde Beirut a París huyendo de la guerra civil del Líbano. El padre de la familia se quedó en el Líbano, lejos de sus hijos y su mujer que, llena de rabia, dolor y esperanza, aprenderá a resistir durante años en un país que no es el suyo.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Madre» que, con texto y puesta en escena de Wajdi Mouawad, nosotros pudimos ver en la Sala Roja de los Teatros del Canal, en Madrid.

«Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños«, dice así una frase que se le adjudica al escritor libanés Khalil Griban. No sabemos si Mouawad alcanza con esta obra una sabiduría que no llora (bueno, el propio autor, al inicio de la pieza, a modo de prolegómeno, se dirige al público y le cuenta que no ha logrado llorar desde la muerte de su madre), no sabemos si su filosofía le permite reírse, (creemos que sí), pero observamos que su grandeza dramatúrgica no le impide inclinarse ante los niños, en particular ante el niño que él mismo fue puesto que, en esta «Madre», el autor hace un viaje en el tiempo a unos años en los que él, su hermana y su progenitora se tuvieron que marchar del Líbano en un periplo que los llevaría primero a recalar en Francia. Este acercamiento del autor al niño que fue está representado por un joven actor que se hace cargo del Mouawad pre-adolescente en escena donde convive con el propio Mouawad, el real, el adulto, que comparece en su propia obra a modo de narrador omnisciente, de rapsoda deambulante entre los restos de su memoria, atravesando sus propios recuerdos, como si la biografía de uno mismo pudiese contener también escombros de un trauma a los que uno acostumbra a regresar.
El comienzo de la pieza fue accidentado, al menos el día en que nosotros acudimos a verla. No estaba el técnico de sonido y se avisó al público, ya sentado en el patio de butacas, previniéndoles de que no se oiría la música ni otros efectos de sonido y que, en su lugar, todo aquello que tuviese relación con este apartado técnico, se transcribiría en una pantalla. Por ejemplo, si en una escena debiese entrar una canción de Julio Iglesias, el público podría leer en pantalla: «Ahora suena tal o cual canción de Julio Iglesias». También se invitó a poder irse del teatro y pedir la devolución de sus entradas en taquilla a quienes no quisieran asistir a la representación en esas condiciones. Hubo cierta estampida y murmullos y comentarios de «habrase visto«, pero una buena parte del público se quedó/nos quedamos.

La obra, pese a todos esos obstáculos, funcionó como melodrama con su dosis correspondiente de nostalgia y crítica antibelicista a partes iguales.
El papel de la madre apabullaría a los demás personajes por su representación arrolladora y un tanto intensa. La madre enfadada, gruñona, abrumadora, siempre prometiendo a sus hijos que pronto volverán al Líbano aun cuando, año tras año, la expectativa no se fuese cumpliendo. Todo el foco recae en la figura de la madre de Mouawad, pero destaca por su naturalidad, por su estupendo equilibrio, el papel del hijo.
Asistimos al paso del tiempo en la vida de los tres personajes que habrán de adaptarse a un entorno novedoso, escapando de una guerra, que habrán de enfrentarse a los prejuicios de una sociedad xenófoba contra el refugiado, contra el árabe, que habrán de aprender a hablar una lengua ajena, desdibujando la propia. Tal inmersión parece compleja y por mucho que la madre valore que sus hijos hablan cada vez mejor el nuevo idioma, esta no deja de despotricar por cómo los franceses, los occidentales, cocinan los platos árabes (¿Acaso sabe alguien en Europa distinguir un buen piñón de un mal piñón? ¿Un buen bulgur de uno mediocre?) He ahí esa mezcla entre la inmersión y la necesidad de seguir aferrado a las raíces.
Pese a que «Madre» se sostiene en la propia historia del autor y en una vivencia personal relacionada con los años del exilio familiar autoimpuesto en Francia, sentimos que la mayor carga de la pieza está apuntalada en su mensaje contrario a las guerras. Las referencias que la madre hace de la falange libanesa y de los israelís emplazados en el Líbano (en medio de invectivas cada vez que habla por teléfono con su hermana o su marido) nos llevan directamente a la masacre de Sabra y Shatila y a ese espantoso episodio que se libró en Beirut en septiembre del año 1982. Las imágenes que nos muestra la propia Christine Ockrent, presentadora de informativos de la televisión francesa, nos remiten a un Beirut desfigurado por la guerra. La escena en la que la presentadora aparece en el salón de la casa de la familia Mouawad representa a la perfección la crítica a los medios de comunicación y a su manera de soslayar temas tan trascendentales como las guerras y su cobertura parcial.

Es inevitable pensar en el paralelismo que se da con la masacre que Israel está llevando a cabo en Palestina. De hecho, si se analiza la masacre de Sabra y Shatila en septiembre de 1982 en el Líbano, entenderemos de nuevo ese paralelismo puesto que la matanza se produjo contra refugiados palestinos en los campos de refugiados en el este de Beirut.
En escena, la madre maldice y grita horrorizada contra los fanatismos de los cristianos maronitas y contra las fuerzas de defensa del ejército israelí. Según concluiría la ONU en 1983, el ejército de Israel, en calidad de potencia ocupante de los campamentos de Sabra y Shatila, fue responsable de la violencia acaecida, de la masacre en la que llegarían a asesinarse hasta tres mil personas según algunas fuentes en un claro acto de genocidio según la comisión de las Naciones Unidas.
Mouawad consigue crear una pieza amable, tierna, crítica y sencilla pese a las estridencias del personaje de su madre abrumadora y pese a la controversia de haber contado, en la parte musical, con Bertrand Cantat, acusado en su momento del asesinato a golpes de su pareja Marie Trintignant en el año 2003; controversia, esta última, sin apenas eco mediático en nuestro país.
«Madre» se convierte así en un retablo (costumbrista) pacifista con aroma a za’atar en el que las guerras, el exilio, la desesperación, la dificultad para adaptarse a otro país, a otra cultura, son el eje transversal así como lo es la familia, una suerte de Man’oushe siempre presente, siempre sostén, trinchera y parapeto.
MADRE
PUNTUACIÓN: 2 CABALLOS y 1 PONI (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes
Se bajarán a este caballo: Quienes
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FICHA ARTÍSTICA
Texto y puesta en escena: Wajdi Mouawad
Con: Odette Makhlouf (Nayla), Wajdi Mouawad (Wajdi adulto), Christine Ockrent (ella misma), Aïda Sabra (Jacqueline) y un niño
Y las voces de: Valérie Nègre (en el documental sobre la vida animal), Philippe Rochot (él mismo), Yuriy Zavalnyouk (el hermano)
Asistente de dirección: Valérie Nègre
Dramaturgia: Charlotte Farcet
Escenografía: Emmanuel Clolus
Iluminación: Éric Champoux
Vestuario: Emmanuelle Thomas
Peluquería: Cécile Kretschmar
Sonido: Michel Maurer et Bernard Vallèry
Músicas: Bertrand Cantat en colaboración con Bernard Vallèry
Coach: Cyril Anrep
Traducción del texto al árabe libanés: Odette Makhlouf y Aïda Sabra
Seguimiento de texto y sobretitulado: Sarah Mahfouz
Becario de escenografía: Dimitri Lenin
Construcción de decorados: l’atelier de La Colline
Regidor general: Arnaud Godest-Xie
Director de iluminación Gilles Thomain
Jefe electricista: Olivier Ruchon
Ingeniero de sonido: Aurélien Hamon
Director de vídeo: Stéphane Lavoix
Maquinista: Adrien Geiler
Diseñadora de utilería: Manuia Faucon
Sastra: Isabelle Flosi
Directora de producción: Mathilde Langevin
Las fotos de Beirut, firmadas por Gabriele Basilico, son de la serie Beirut, 1991.
Las imágenes de archivo de Sabra y Chatila provienen de las noticias de la cadena de televisión Antenne2 (18 de septiembre de 1982) y de la película documental de animación Valse avec Bachir, de Ari Folman.
Los «hombres voladores» fueron dibujados por Jean-Michel Folon para los créditos de apertura y cierre de los programas de Antenne 2 de 1975 a 1983, con música de Michel Colombier.
Agradecimientos: Mario Abi Fram, Lucas Aouad, Roula Badaoui, Büke Erkoç, Jérôme Kircher, Nayla Mouawad y Yuriy Zavalnyouk
Agradecimientos especiales: studios Ferber y Philippe Rochot
Odette Makhlouf y Aïda Sabra están representados por Station Beirut en calidad de agente
Producción: La Colline – théâtre national
El texto ha sido publicado por Leméac /Actes Sud-Papiers.
Manager en España: Ysarca Art Promotions – Pilar de Yzaguirre
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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