Una joven y exitosa abogada se deberá enfrentar a su caso más complicado: uno en el que ella es la denunciante por una supuesta agresión sexual por parte de un colega.
Esta podría ser una suerte de sinopsis de la obra «Prima Facie» que, escrita por Suzie Miller, interpretada por Vicky Luengo y dirigida por Juan Carlos Fisher, nosotros hemos podido ver en los Teatros del Canal, en Madrid.

Sostiene Virgine Despentes, a propósito de una experiencia de agresión sexual vivida en primera persona:
«(…) si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos. Desde el punto de vista de los agresores, se las arreglan para creer que si ellas sobreviven es que la cosa no les disgustaba tanto».
Es el eterno dilema en torno a la realidad que padecen muchas mujeres cada día en el mundo en el que vivimos, en el desarrollado y en el subdesarrollado. Aunque de dilema no debería tener nada puesto que la realidad y los datos desmontarían, de un plumazo, hasta las réplicas de los amigos varones de cincuenta años de Pedro Sánchez.
Vivimos en un mundo injusto e implacable más con unos que con otros: más con las minorías, con los vulnerables, los que no tienen voz, desde luego, pero también con una parte de la sociedad que no es minoría (obviamente, las mujeres) y que, pese a todo, padecen los desaguisados de un sistema vertebrado para el desequilibrio, para la desigualdad.
La pieza de Suzan Miller, «Prima Facie» (que se traduciría del latín como «a primera vista» y puede ser leído en el mundo jurídico como la carga de la prueba que ha de demostrar el/la denunciante), escruta y analiza fundamentalmente el concepto de credibilidad desde una pregunta muy concreta: ¿qué credibilidad otorgará la sociedad a una mujer, abogada exitosa y talentosa, frente a su denuncia de haber sido agredida sexualmente por un compañero con el que estaba iniciando una relación?
No es un tema original pues ya lo hemos visto atravesar decenas de tramas e historias en el lenguaje teatral, cinematográfico, literario y, aún así, podemos afirmar, con contundencia, que el relato de «Prima Facie» resulta más que atractivo, poderoso y emocionante al centrarse, enteramente, en la descripción de la primera persona, sin subterfugios de otros narradores, solo desde el testimonio puro y destilado de la protagonista.

La protagonista, de nombre Tess, y encarnada por una sublime Vicky Luengo, (esta actriz está en estado de gracia, amigos/as), nos guiará por su periplo personal, relatado con riqueza de emociones y de significados, hasta un lugar espinoso y moralmente zigzagueante: la reflexión respecto de la profundidad de la palabra «consentimiento» (en este caso dentro de una relación heterosexual). Tal concepto, como nos demuestra la obra, va más allá de una especie de «fórmula mágica» que, al pronunciarla, zanjase cualquier dilema o debate ético pues el foco ha de ampliarse a otros ámbitos que no solo conciernen a las elecciones individuales sino que atañen a las estructuras y esquemas sociales y culturales dentro de los que se habita (habitamos todos).
Observamos francamente bien plasmada esta idea cuando la protagonista mantiene un endiablado diálogo interno consigo misma alrededor del contexto que precedió a la presunta agresión sexual a su persona. Cuando la joven abogada recapacita sobre el restaurante donde cenaron, sobre lo que bebieron ella y su presunto agresor, sobre quiénes pudieron verles reírse, charlar amistosamente, cariñosamente, o al recapacitar sobre los pequeños actos realizados en la habitación previos a terminar en la cama, etcétera, es cuando entendemos el aprecio que la autora hace por enfatizar el contexto, el análisis de lo macro frente a lo micro considerando que todos esos factores, esas variables, serán determinantes en un juicio e incluso podrían llegar a colocarse por encima del no consentimiento verbalizado por la protagonista.
La mujer se enzarza en un tira y afloja contra sí misma en el que nos percatamos del alcance del daño que puede hacer una sociedad acostumbrada a no poner la mano en el fuego por las mujeres. Es fácil llegara a pensar que «consentir» parece un verbo femenino por cómo la sociedad, lo colectivo, los medios de comunicación, la judicatura, se han encargado de construir un relato alrededor del concepto: las mujeres se resisten o conceden y los hombres persiguen la concesión. (Que se lo digan a la lógica social del machismo. Por poner un ejemplo reciente: el del alcalde de la localidad italiana de Terni que sostiene que: «Un hombre normal ve el culo de una chica y lo intenta, intenta acostarse con ella»). Qué piara la del machismo o el machista que no sea capaz de abochornarse. En la pieza queda retratado, asimismo, el cosmos de quienes trabajan como abogados/as y se ocupan de distinguir entre hacer lo justo y hacer «justicia».

Por momentos, el texto se hace desgarrador y de ese sentimiento, de esa emoción, logra hacerse cargo Vicky Luengo con maestría en un monólogo que es toda una demostración de portento interpretativo de esta actriz impecable sumado a una maravillosa dirección a cargo de Juan Carlos Fisher.
Todo el texto avanza con gran interés sostenido en el relato prolijo de la protagonista que pasa de ganarse una brillante fama como letrada a tratar de ponerse en manos de la justicia para que esta repare un delito cometido sobre ella. A dejar de ser observadora y pasar a ser la observada, la escrutada, la cuestionada en su rol de mujer. Del mismo modo que hay jueces que siguen asumiendo que la víctima pudo haber «gozado», pudo «haber cerrado las piernas», pudo «haberse defendido de su agresión sexual» (so pena de terminar muerta, claro), pudo «ir vestida de otra manera», y así una larga retahíla de vejaciones, en esta propuesta se nos muestra cómo la mirada de la judicatura recae sobre la dimensión simbólica y social del acto del consentimiento de forma que lo aburbuja, lo restringe, lo aísla: una cosa es consentir y otra tener la posibilidad de hacerlo en el momento en que deviene la agresión.

Por último, sentimos que aparece también otro aspecto interesante en la pieza: el del consentimiento, sí, pero dentro de una relación de pareja en ciernes. Las investigaciones apuntan en la dirección de que, dentro de una relación de pareja, la comunicación sobre el consentimiento suele ser no verbal de modo que, se abre la espita, pueden darse situaciones de malentendido sexual que, obviamente, si terminan por afectar o perjudicar a alguien, dentro de una relación heterosexual, siempre es a la mujer.
La protagonista se está enamorando de un compañero de trabajo, tal vez enamorar sea decir mucho, pero se está sintiendo atraída: el chico le parece buena gente, divertido, sensato, inteligente, guapo. Esa misma imagen es la que funciona para llevarnos a reflexionar acerca de la idea de un «perfil». ¿Existe un perfil de hombre propenso al abuso dentro de una relación? Probablemente sí, pero, ojo, este no debe estar basado en la apariencia externa sino en muchas otras variables psicológicas. La idea de la autora cuando nos acerca a una realidad común, reconocible, sin caer en el retrato de un hombre machista, recalcitrante, podría leerse casi como un «esto podría pasarte a ti«.
Asistimos aquí a un acertado análisis sobre las relaciones en las que la presencia/ausencia de la marca de la violencia puede conducirnos a errar en las conclusiones. ¿Acaso no podemos pensar en una violación sin violencia previa? (La violación per se ya es violenta). ¿Acaso las mujeres deben de exponerse a dosis medibles y objetivables de violencia para que podamos creerlas cuando nos relaten que han sido violadas?
El dato es demoledor: (Fuente: efefeminista.com/ Datos del Ministerio del Interior).
En España se denuncian 13 violaciones al día, es de decir, una cada dos horas; y 55 agresiones sexuales al día (sin penetración), es decir, más de dos cada hora. Unas agresiones que no dejan de aumentar, según el Balance de Criminalidad de Interior».
Todo, absolutamente todo, funciona en el engranaje de «Prima Facie». Créannos. Funciona como pieza teatral con su narración dramatúrgica inteligente y ágil, bien escrita, cercana a lo cinematográfico. Funciona como plasmación del talento interpretativo de Vicky Luengo que se imbuye en la protagonista de la obra con enorme potencia de principio a fin, logrando mantener la atención de manera constante. Funciona como documento en primera persona capaz de concienciar, sensibilizar o hacer reflexionar sin caer en didácticas superfluas constreñidas en los límites discursivos de acoso-resistencia. Y cuando la cosa funciona, se lleva nuestro elogio en forma de cinco caballos.
PRIMA FACIE
PUNTUACIÓN: 5 CABALLOS (Sobre cinco).
Se subirán a este caballo: Quienes gusten de un texto, interpretación y dirección brillantes.
Se bajarán a este caballo: Quienes crean que «Prima Facie» es el nombre de una tienda de productos rebajados.
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FICHA ARTÍSTICA
Texto: Suzie Miller
Reparto: Vicky Luengo
Dirección: Juan Carlos Fisher
Traducción y adaptación: Juan Carlos Fisher y Rómulo Assereto
Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Iluminación: Ion Aníbal López
Escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paul
Ayudante de dirección: Rómulo Assereto
Videoescena: Emilio Valenzuela
Comunicación: Ángel Galán
Fotografía y diseño gráfico: Javier Naval
Fotografía en escena: Omar Antuña
Jefe de producción: Carlos Montalvo
Producción ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de producción: Ana Jelín
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas S.L.
Ficha técnica
Gerente / regidor: Carlos Montalvo
Maquinista / técnico de audiovisuales: David Vizcaíno
Técnico de iluminación: Ion Aníbal López
Construcción de escenografía: Mambo Decorados
Transporte: Taicher
Una producción de: Producciones Abu, Morris Gilbert – Mejor Teatro, Gosua, Teatro Picadero, TIDI, Hause-Richman Producciones
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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo
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