JALEOS JONDOS. Un extracto de fuego y veneno.

Un recorrido musical emocional y evocador en torno al flamenco que comienza con la diáspora gitana y nos llevará hasta el lado más vanguardista y contemporáneo de este arte.

Esta podría ser una suerte de sinopsis del espectáculo «Jaleos Jondos» que, creado y dirigido por Daniele Finzi Pasca, con la dirección y producción musical de Javier Limón, coreografía de José Maldonado y escenografía y vestuario de Felype de Lima, nosotros hemos podido ver en el Teatro Magno, en Madrid.

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El público se embelesa, primero, nada más llegar al Teatro Magno, con sus artesonados del techo en madera con hermosas filigranas y el resto de detalles donde prima la decoración en terciopelo rojo y elementos dorados (para un teatro que parece sentirse cómodo en las hechuras del cabaret). Lo peor, tal vez, las sillas en las que uno habrá de estar sentado el resto del espectáculo (no son butacas). Por lo demás, pronto comienzan a subirse a las tablas de una pista central, rodeada de público, los bailaores y bailaoras así como dos cantaores (una mujer y un hombre) acompañados por un guitarrista de flamenco y otro músico que llevará el cajón y alguna otra percusión. Uno enseguida se pregunta cuál será el concepto del espectáculo más allá de la sugerencia del título. Lo que nos encontraremos será una mezcla, bien hibridada, entre música, cante y baile con estilizadas coreografías que nos remitirán a momentos que tratan de honrar la tradición de los alrededor de 50 palos que existen del flamenco.

Para ello, y con arreglo a lo que dicen quienes han creado el espectáculo, debemos dejarnos imbuir en el concepto de que el show está dividido en las cuatro estaciones del año. A decir verdad, parece complicado discernir este punto cuando estás viendo lo que ocurre en escena porque hay momentos ambiguos en este sentido «estacional». No sabemos si la primavera se corresponde con el momento escénico en que dos bailaores, Gabriel Matías y Pablo Fraile, rivalizan, danzantes, por un sedoso pañuelo rojo o si el verano se ajusta a la coreografía de unos botijos que acaban ocupando la escena. Como decimos, no nos queda claro este punto conceptual del espectáculo y creemos que una gran parte del público que asiste, tal vez, no sea capaz de elaborar este concepto.

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Todo parte, en teoría, de la estación del invierno. Ahí es donde se ajustan los palos del flamenco que vamos a contemplar por medio del cante/música/baile. Es cierto que los compases serían contingentes con lo invernal pues la cantaora Montse Cortés, que prologa la propuesta, suena profunda, recogida, amparada por el palo de la soleá y las seguriyas.

El relato sobre las tablas es genuino aunque resulte inevitable el pensar en un espectáculo ad hoc para un tipo de público potencial: tipo guiri, tipo turista que visita la ciudad. El flamenco posee ese poderoso influjo sobre la mente del extranjero (también sobre el público local).

El espectáculo progresa ágil, vivo, despierto, resaltando algunos cuadros por ser más catárticos que otros en comunión con un público presente en la sala que aplaude, jalea, grita algún «olé» o algún que otro «guapa» a alguna bailaora sobre todo con el brillo de los fandangos.

En el apartado de baile destaca Carmela Greco como centro de atención por su veteranía que contrasta con otra de las bailaoras, Paola Santiago «La Polaca», de tan solo dieciséis años, mucho más joven. Ese contraste funciona como eje en todo momento haciendo valer la cualidad de transversal de un arte como el flamenco.

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Para nosotros, en este periplo por los diferentes palos flamencos, hay varios momentos destacables que fascinan siendo uno de ellos el del zapateado que, uno a uno, llevarán a cabo todos los bailaores  hacia el último tramo de la propuesta.

Funciona el cante, la música y especialmente el baile con artistas que se dan al completo para que el espectáculo no pierda ritmo y poderío. Funciona el vestuario con trajes y patrones ora ostentosos, coloridos, llenos de arrebato (como un fandango o una sevillana), ora más sutiles y discretos (como un tanguillo). 

En el cante, destacar la presencia de Saúl Quirós que amalgama una voz portentosa con el «quejío jondo« que el público, con toda seguridad, va buscando y deseando encontrar. En el apartado de bailaores, deseamos destacar la presencia soberbia, portentosa y racial, de Pablo Fraile.

Si se quiere disfrutar de una hora y pico de sabor flamenco, apasionamiento, fervor, disciplina, entretenimiento y celebración vitalista, «Jaleos Jondos» cumplirá con todas esas expectativas. Aquí, también se puede encontrar «un extracto de fuego y de veneno» (tal vez más de lo primero que de lo segundo, en este caso) que, como lo definía Antonio Gades, es el flamenco.

 

JALEOS JONDOS

PUNTUACIÓN:  3 CABALLOS (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes acudan buscando una dosis de entretenimiento y arte flamenco.

Se bajarán a este caballo: Los/as puristas que crean que flamenco debe alejarse de hibridaciones.

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FICHA ARTÍSTICA

  • Dirección – Daniele Finzi Pasca
  • Dirección y Producción Musical – Javier Limón
  • Coreógrafo – José Maldonado
  • Escenografía y vestuario – Felype de Lima​
  • Productor creativo – Iñaki Fernández Jiménez

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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