UNA RUBIA MUY LEGAL. Yes, she can.

Una joven enamorada hará todo lo posible por entrar en la facultad de derecho de Harvard con la intención de recuperar a su novio que, de la noche a la mañana, la ha dejado porque él busca otro tipo de mujer: más ambiciosa, más seria y menos «rubia».

Esta podría ser una suerte de sinopsis del musical «Una rubia muy legal» que, basada en la novela de Amanda Brown y la película de Metro-Goldwyn-Mayer, con libreto de Heather Hach, nosotros pudimos ver en el Teatro La Latina, en Madrid.

Musical "Una rubia muy legal" © Enrique Cidoncha

Habrá muchos que lleguen hasta el musical de La Latina por recordar la película de 2001 que protagonizó Reese Witherspoon (en la que también trabajaba Selma Blair o Luke Wilson). Aquella película, pese a unas cuantas críticas no muy afortunadas, se convirtió en número uno en taquillas en Estados Unidos. Estábamos, entonces, en un momento bien diferente a los que hemos ido experimentando socialmente en estos veintidós años que han pasado (el movimiento «Me too» o el empoderamiento femenino tan necesario).

Suponemos que la idea de llevar adelante este musical germinaría mucho antes de conocerse el inusitado éxito de una película reciente como «Barbie«, de Greta Gerwig, haciendo saltar por los aires cualquier expectativa previa y generando un marketing a su alrededor tan diestro. Son muchas las similitudes entre la Elle Woods de «Una rubia muy legal» y la muñeca Barbie. Empezando por el rosa. Este parece ser el color predilecto de ambas. El rosa y el pelo rubio como paradigmas de la mujer objetualizada que le da la vuelta al calcetín. En ambos casos también hay un hombre, al frente, que es guapo y se lleva el foco por su capacidad para centrarse en otras cosas que no sean las veleidades y frivolidades asignadas a los personajes femeninos. Las similitudes continúan con que las dos tienen a su Ken y aunque una de ellas viva en el mundo real, todas sus acciones y gestos parecen impostados. La sororidad hace pronto acto de presencia en el caso de Elle Woods que reside en una fraternidad universitaria rodeada de compañeras que a modo de coro griego (reconozcamos que casi una imitación del coro griego del musical «Hércules», de Disney) le empoderan (palabra esta que, junto a la de sororidad, sirve para significar la importancia de la red, de la comunidad que nos apoya y nos sostiene).

Musical "Una rubia muy legal" © Enrique Cidoncha

Si el discurso de Gerwig con Barbie sirvió para tomar conciencia sobre mensajes que están más allá de una lectura simplista y superficial de la muñeca y mucho más profundos, debemos ser justos y asimilar el mismo código, las mismas coordenadas, con esta Elle Woods rediviva que se planta sobre el escenario para cantar, en modo mantra, que ella «yes, she can«, que a ella no le van a parar, ni a ridiculizar, ni menospreciar. Además, podríamos asegurar que la pelíula de 2001, dirigida por Robert Luketic, se adelantó a la Barbie gerwigiana en muchos aspectos como el de la reivindicación de la emancipación de la mujer como maniquí o el del mensaje de que en un mundo patriarcalizado siempre es legítimo hacer ondear la bandera de la protesta (que no de la pataleta). Y es que detrás del personaje de Woods hay mucho de arco de personaje autoconsciente de su propia parodia, de su propia caricatura, que va tomando conciencia, progresivamente, de qué lugar ha ido ocupando. La pregunta es si para ser tomada en serio (concepto este que parece arbitrario, pero tiene un fuerte significado social) una mujer debe dejar de ser quien es y asumir otro canón, de nuevo, propuesto por los adalides que dictan lo que es maduro, sensato, correcto.

El personaje de Elle Woods, pese a las grandes dosis de ingenuidad y banalización en sus formas, sabe, en el fondo, que el sistema está articulado para que mujeres como ella sean tomadas por «simples», por «bobaliconas», «voluptuosas», «frescas», «en absoluto desafiantes». Es indudable que sus gestos y ademanes nos llevan a pensar constantemente que su encefalograma es bastante plano, pero he ahí el resorte del prejuicio: darnos cuenta de que detrás de una apariencia hay una existencia

Musical "Una rubia muy legal" © Enrique Cidoncha

Toda la historia nos conduce a unas cuantas reflexiones sencillas: no debemos prejuzgar porque es, a menudo, un error de confusión de la parte con el todo y una/o no tiene que apagarse y dejar de brillar para que quienes estén al lado se sientan mejor, mejores o con más autoestima. Al final, tales reflexiones valen para un homosexual discriminado por su pluma, para un/a joven diferente que es acosado/a en el instituto o para cualquiera que haya hecho en su vida un ejercicio de represión tal que haya terminado aceptando ese fingimiento, ese andamiaje, como parte de sí mismo/a.

El musical tiene gracia, bulle, posee ritmo y las partituras son enteramente disfrutables. Hay una mezcla estupenda entre lo petardo/lo ñoño y lo descarado/lo contestatario y esa mezcla funciona perfectamente porque el público capta el tono pop enseguida.

En el apartado de interpretaciones, no nos convence el papel del novio de Elle Woods que queda en mano de Ricky Merino, pues nos parece bastante impostado; igualmente, sentimos que Íñigo Etayo flojea en su rol de dar la réplica cantando. Un sobresaliente para Lucía Ambrosini en el papel principal que conquista de principio a fin con sabio manejo de la técnica vocal y destreza y ritmo en las partes coreografiadas.

Funciona francamente bien todo lo que tiene que ver con lo escenográfico, en manos de Matteo Piedi que nos sitúa con fluidez en diferentes contextos y observaremos que sabe sacar todo el partido al teatro dotándolo con interesantes perspectivas de profundidad. Igualmente destacable el trabajo de Fabio Serri (dirección musical) y Matteo Gastaldo (en dirección y dirección coreográfica).

Al final «Una rubia muy legal», cumple de sobra su cometido que es el de entretener y plantarnos una sonrisa tonta en la cara añadiendo el plus de que, entre todas sus capas de parodia de la catarsis o de artefacto Sontagniano tipo camp, también aquí comprobamos aquello de que nos encontramos frente a «una mentira que se atreve a decir la verdad».

UNA RUBIA MUY LEGAL

PUNTUACIÓN:  4 CABALLOS (Sobre cinco).

Se subirán a este caballo: Quienes, más allá de un «guilty pleasure«, hallen en este musical una isla de deseable frivolidad con poderoso mensaje.

Se bajarán a este caballo: Quienes se dejen llevar por los prejuicios.

***

FICHA ARTÍSTICA

Basada en la novela de Amanda Brown y la película de Metro-Goldwyn-Mayer
Presentado en convenio con Music Theatre International (Europa) http://www.mtishows.eu
Música y letra de Laurence O’Keefe y Nell Benjamin

Libreto: Heather Hach
Dirección de escenografía: Matteo Piedi
Diseño de vestuario: Verónica Iozzi
Diseño de iluminación: Valerio Tiberi y Emanuele Agliati
Diseño de sonido: Simone Della Scala

Diseño de sonido: Marcello Mannini
Co-coreógrafa: Ilaria Suss
Dirección musical: Fabio Serri
Dirección y Coreografía: Matteo Gastaldo

Esta producción se presenta gracias a un acuerdo con Music Theatre International (Mti) Europe y Teatro La Latina

Reparto

ELLE WOODS: Lucía Ambrosini
WARNER HUNTINGTON III: Ricky Merino
EMMETT FORREST: Iñigo Etayo
PAULETTE BUONOFONTE: Maia Contreras
PROFESSOR CALLAHAN: José Navar
VIVIENNE KENSINGTON: Flor Lopardo
SHANDI / BROOKE WYNDHAM: Paule Mallagarai
SERENA: Alba Sáiz
MARGOT: Paula Díaz
PILAR: Stella Kablan
ENSAMBLE
Berta Butinyà, Anna Herebia, Pablo Ceresuela, Óscar Domínguez, Marian Casademunt, Marta Bruzzichelli, Davide Dal Seno, Marcos Olano, Carlos Jota, Carles Vallès, Raúl Pardo, Bárbara Días, Agustina Berenguer y David Freigenedo.

SWINGS
Andrea Enrich, Elena Troyale, Sergio Campoy y Xabi Nogales.

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Una crítica de Mi Reino Por Un Caballo

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